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Se acabó el verano, las vacaciones, la playa, el calor sofocante… y ahora vuelta a la rutina ¿o no? Dependerá de nosotros. Comienza el otoño, ideal para hacer alguna escapadita o plantearnos alguna semanita de desconexión y hay lugares a los que no apetece ir en verano. Os iremos contando rutas, destinos que merecen un alto en nuestro viaje, curiosidades, excursiones… cambiamos la rutina. Hoy os hablamos de una de las ciudades que merecen una parada si el destino es Israel.
Jericó, la ciudad de la Luna para los Cananeos, la Ciudad del Perfume y las Fragancias para los siríacos, la Ciudad de las Palmeras en la Biblia… Este oasis en medio del desértico valle del Jordán ha representado para arqueólogos, historiadores y turistas una puerta única hacia el pasado de la humanidad. Es conocida por muchos como la ciudad habitada más antigua del mundo, y el pueblo «presume» de ello, uno de los reclamos turisticos es la Fuente de Eliseo y en ella hacen eco de su logro: Jericó la ciudad más antigua del mundo.
Las excavaciones arqueológicas confirman que estos asentamientos se remontan al año 8000 a.C. cuando los cazadores y recolectores finalizaron la transición a la vida sedentaria, con lo que se convirtieron en los primeros agricultores y cuidadores de animales. En 1952 fue descubierta la torre de Jericó, a las afueras de Jericó. Esta edificación siempre ha intrigado a científicos ya que once milenios después de sus construcción aún se considera la primera estructura con forma de rascacielos. La torre de 8.5 metros fue construida con un empinado tramo de escaleras que se eleva por encima de un muro de 4 metros que probablemente abarcaban toda la ciudad. Para otros arqueólogos fue sólo una torre que formaba parte de un sistema de fortificación y defensa contra las inundaciones.
Hoy día se siguen realizando trabajos de excavación y encontrando restos de aquellos asentamientos en la zona más árida, desde allí se vislumbra el oasis, un oasis en mitad de una tierra yerma, su vegetación se nutre de las corrientes subterráneas, el secreto de la longevidad de la ciudad. No es de estrañar que los gobernantes, en el pasado, vinieran a este lugar como retiro en la época más calurosa.
Jericó está mencionada en los textos bíblicos, en el desierto que rodea esta ciudad, Jesús fue tentado por el demonio en una cima que la Biblia llama el Monte de las Tentaciones. Unido a la pared de roca se halla el monasterio ortodoxo griego de la Tentación, construido delante de la cueva donde se cree que Jesús ayunó durante 40 días y 40 noches. Está tan bien integrado en la montaña que a veces cuesta verlo. Un teleférico lleva a los visitantes hasta el monasterio. Entrar al monasterio es complicado pero desde arriba disfrutaremos de unas vistas increibles de las excavaciones y de la ciudad.
La ciudad no tiene nada que envidiar a cualquier capital europea en cuanto a lugares históricos y religiosos de interés turístico; sin embargo uno se da cuenta de que el desarrollo urbanístico y social se detuvo en algún punto de la historia contemporánea cuando, al llegar, se encuentra con viejas casas de adobe –o de ladrillo a medio construir–, calles polvorientas sin apenas aceras, estructuradas sin demasiado sentido del urbanismo y agricultores y granjeros que vienen y van con sus burros o rebaños desde los extensos campos de cultivo de dátiles, plántanos, naranjas y limones. Los lugareños, pacíficos, tranquilos y hospitalarios como corresponde al microclima tropical en el que habitan, miran curiosos y divertidos al extranjero que se sale de la ruta turística, y entre ellos es difícil encontrar a alguien con quien comunicarse en otro idioma que no sea el árabe.
Debido a la cercanía de Jerusalén (aprox. 27 km) se suele hacer una parada en esta ciudad en la mayoría de los circuitos/rutas por Israel o Tierra Santa. Además esta ciudad situada a orillas del río Jordán, ubicada en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá, a unos 8 km de la costa septentrional de la cuenca seca del mar Muerto, es la ciudad más baja situada por debajo del nivel del mar Mediterráneo. Así nos lo recuerda el mosaico que encontraremos cerca de la Fuente de Eliseo.